Decidida a superarme, arranqué mi mañana con un desayuno proteico acompañado de mi pasticho de antibióticos y árnica y salí a probar mis fuerzas.
Mi primera meta era escalar una loma de burro; había estado entrenándome fortaleciendo rodilla y tobillo y me tenía confianza.
Cuando finalmente hice cumbre lo único que empañó mi felicidad fue no haber traído una bandera … pensé en dejar ahí clavado mi bastón, pero me di cuenta de que lo necesitaría para el descenso, que desde la cima se me presentaba como una aventura casi más compleja que subir.
Volví a casa cansada pero feliz, y los adoquines de la entrada esta vez me resultaron una cosita de nada, aunque no dejé de prestar mucha atención dónde ponía cada pie y dónde mi bastón.
Después de un merecido descanso, por la tarde me preparé para mi segunda aventura.
Debo confesar que me había organizado para hacerlo al día siguiente, pero envalentonada por el
éxito de ésta mañana, quise seguir.
Me preparé mentalmente, hice algunos ejercicios de precalentamiento y agarré fuerte la empuñadura de mi bastón, que como es canadiense es experto en montañismo.
Caminé por el pasillo y llegué.
Ahí estaba: Cuatro escalones que parecían imposibles de escalar me miraban desafiantes…
Pero a mí el desafío me puede!
Basta que me digan NO para que yo diga SÍ.
Y todo a mi alrededor decía no, la escalera que me miraba con su cara de “no vas a poder” y el público que se había congregado, que me decía “no seas loca, te vas a lastimar, por qué hacerlo todo hoy”.
Con lo cual, obvio, lo hice…
Inspiré profundo y subí.
El esfuerzo esta vez fue muy superior. También el dolor.
Pero realmente valieron la pena!
Esta noche festejo agregando a mi pasticho de antibióticos y árnica, una dosis de calmantes.
Aunque mi mejor festejo, es comprobar que nada ni nadie me puede parar cuando tengo una meta!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario. Tus opiniones cuentan!!