Decidida a superarme, arranqué mi mañana con un desayuno proteico acompañado de mi pasticho de antibióticos y árnica y salí a probar mis fuerzas.
Mi primera meta era escalar una loma de burro; había estado entrenándome fortaleciendo rodilla y tobillo y me tenía confianza.
Cuando finalmente hice cumbre lo único que empañó mi felicidad fue no haber traído una bandera … pensé en dejar ahí clavado mi bastón, pero me di cuenta de que lo necesitaría para el descenso, que desde la cima se me presentaba como una aventura casi más compleja que subir.
Volví a casa cansada pero feliz, y los adoquines de la entrada esta vez me resultaron una cosita de nada, aunque no dejé de prestar mucha atención dónde ponía cada pie y dónde mi bastón.
Después de un merecido descanso, por la tarde me preparé para mi segunda aventura.
Debo confesar que me había organizado para hacerlo al día siguiente, pero envalentonada por el