Me imaginaba famosa, viajando por el mundo. O superhéroe, daba igual. No, cantante o actriz no se me ocurrió. Princesa sí, claro, soy mujer después de todo. Me fantaseaba excéntrica, algo loca, especial, y era tímida y silenciosa como una roca. Así se me ocurrió este blog para, bueno, para todo, onda terapia. Me divierto, me reequilibro, y sigo. Ah, me olvidaba! Este es un blog autoreferente.
Me imaginaba famosa, viajando por el mundo. O superhéroe, daba igual. No, cantante o actriz no se me ocurrió. Princesa sí, claro, soy mujer después de todo. Me fantaseaba excéntrica, algo loca, especial, y era tímida y silenciosa como una roca. Así se me ocurrió este blog para, bueno, para todo, onda terapia. Me divierto, me reequilibro, y sigo. Ah, me olvidaba! Este es un blog autoreferente.
UN MENSAJE A GARCÍA
Me critica tanto, sí, es a mí a quien critica, que me sentí en la obligación de copiarlo para tenerlo siempre presente
Ahí va
UN MENSAJE A GARCIA.
La siguiente narración se escribió, en sólo una hora, en 1899. A pesar de la ligereza que el autor, Elbert Hubbard, demostró en su creación, el mensaje que contiene es tan vital y básico que ya para 1913 se habían impreso cuarenta millones de ejemplares de la obra original. Durante la guerra ruso-japonesa, cada soldado ruso que iba al frente llevaba su ejemplar de Un mensaje a García. Los japoneses, impresionados por la multitud de ejemplares que confiscaban a sus prisioneros rusos, llegaron a la conclusión de que había que traducir inmediatamente la obra, y, más tarde, por orden del Mikado, se entregó un ejemplar a todo hombre empleado en el gobierno, tanto militar como civil. Se ha traducido al ruso, alemán, francés, español, turco, indostánico, japonés y chino. Es muy probable que existan otras traducciones. Aunque el mensaje moral resultaba obviamente vigente en la época en que se escribió, hoy día parece más incisivo aún.
Dentro de todo este asunto de Cuba, hay un hombre que destaca en el horizonte de mi memoria como Marte en su perihelio.
Cuando estalló la guerra entre España y los Estados Unidos, era muy necesario comunicarse rápidamente con el cabecilla de los insurgentes. García se ocultaba en la seguridad de las montañas de Cuba, nadie sabía dónde. Ni por correo ni por telégrafo podía llegarle mensaje alguno.
El presidente tenía que asegurarse su cooperación, y rápidamente. ¿ Qué se podía hacer?
Alguien indicó al presidente:«Si hay alguien que puede encontrar a García, es un tipo llamado Rowan».
Se llamó a Rowan y se le confió una carta que debía entregar a García. Cómo el «tipo llamado Rowan» tomó la carta, la aseguró dentro de una bolsa impermeable, se la ató sobre el pecho, llegó en cuatro días a las costas de Cuba en una barca, desembarcó de noche, desapareció en la jungla y al cabo de tres semanas salió por la costa opuesta de la isla, después de atravesar a pie un país hostil y de entregar la carta a García, son cosas que no tengo especial deseo de contar con detalle. Lo que quiero resaltar es esto: McKinley entregó a Rowan una carta que había que entregar a García; Rowan tomó la carta y no preguntó: «¿Dónde está?»
Por Dios santo!, ahí tenemos un hombre cuya figura debería fundir en bronce y colocarse en todos y cada uno de los colegios de país. Lo que nuestros jóvenes necesitan no es aprenderse un montón de libros, ni lecciones sobre esto o aquello, sino un fortalecimiento de su espíritu que les haga ser leales, actuar con prontitud, concentrar energías: hacer lo que se pretende, «llevar un mensaje a GARCIA».
El general García ya murió, pero existen otros Garcías. No hay hombre que se haya esforzado por llevar a cabo una empresa en la se necesitaran muchas manos, que no se haya maravillado de la calidad del hombre promedio, de su falta de capacidad o de voluntad para centrarse en una cosa y hacerla.
La ayuda insubstancial, la necia falta de atención, la descuidada inercia y el trabajo hecho sin interés parecen ser la norma; y no hombre que triunfe a menos que fuerce, a tuertas o a derechas , o con amenazas, la ayuda que necesita de otro hombre; en caso contrario, será que Dios en su bondad infinita ha realizado un milagro ha enviado un ángel de luz bajo forma de ayudante.
Haz la prueba, amigo lector. Estás en tu oficina, con seis empleados a mano. Llama a uno de ellos y hazle esta petición: «Por favor, en la enciclopedia y hazme un breve resumen sobre la vida del Correggio».
Responderá tranquilamente el empleado: «Sí, señor» y se pondrá hacerla?
Puedes apostar tu vida a que no. Te mirará con ojos de besugo y lanzará una o varias de estas preguntas:
Qué enciclopedia? Quién es ése?
Dónde está la enciclopedia? No será Bismarck?
Por qué no lo hace Carlos?
Ha muerto?
Corre prisa?
Por qué no le traigo el libro y lo mira usted?
Por qué quiere saberlo?
Te apuesto diez a uno a que después de que respondas a sus preguntas y le expliques cómo ha de buscar la información y por qué quieres tenerla, el empleado se marchará, pedirá a otro que le ayude a localizar a García, y volverá cuando le parezca bien diciendo que ese tipo no existe. Naturalmente puedo perder la apuesta, pero de acuerdo con la ley de los promedios, no creo que sea así.
Ahora bien, si eres inteligente, no te molestarás en explicar a tu ayudante» que el Correggio aparece en la C y no en la K, sino que reirás dulcemente, le dirás que no se moleste, y lo buscarás tú mismo.
Y esta incapacidad para la acción independiente, esta estupidez moral, esta enfermedad de la voluntad, esta falta de predisposición a coger el toro por los cuernos, son las cosas que relegan a los socialistas puros a un futuro muy lejano. Si los hombres no trabajan cuando es para ellos, ¿qué harán cuando el beneficio de sus esfuerzos sea para todos?
Parece necesaria la presencia de un jefe con su látigo, y el temor al despido es lo que retiene en su puesto a muchos trabajadores. Si se pone un anuncio solicitando una mecanógrafa, nueve de cada diez candidatas no saben escribir sin faltas de ortografía o puntuación, y además no creen que les haga falta saberlo.
¿Puede alguien así escribir una carta a García?
«Mire usted a ese contable», me dijo el encargado, en una gran factoría.
«Sí, ¿qué pasa con él?»
«Pues que es un buen contable, pero si le mando al centro a hacer un recado, puede que lo haga muy bien, pero también es probable se pare en cuatro bares que le pillen de camino, y cuando llegue a la Gran Vía habrá olvidado el recado que tenía que hacer».
¿Se puede encargar a un hombre así que lleve un mensaje a da?
Hemos oído recientemente muchas expresiones sensibleras de la compasión hacia los «ciudadanos de tercera pisoteados y explotados en talleres infames» y hacia el «padre de familia que vaga sin hogar en busca de un empleo honrado», todo lo cual suele ir acompañado palabras irrepetibles destinadas a los hombres que ocupan el poder.
Nada se dice del patrono avejentado antes de lo normal, empeñado en el vano esfuerzo de conseguir que unas auténticas calamidades puedan llegar a hacer un trabajo inteligente; nada tampoco de su paciente búsqueda de «ayudantes» que no hacen otra cosa que holgazanear tan pronto como el jefe vuelve la espalda. En todos los comercios y fábricas existe un constante flujo de despidos y contrataciones. El patrono tiene que dar de baja a los «ayudantes» que se han mostrado incapaces de defender los intereses de la empresa, para dar de alta a continuación a otra nueva hornada que los sustituya.
Por buenos que puedan ser los tiempos, el proceso de selección tiene que continuar; solamente si los tiempos son malos y el trabajo escasea, la selección se puede hacer un poco mejor, pero los incompetentes y los carentes de valía fueron, van e irán siempre a la calle. Es la supervivencia de los más aptos. Por su propio interés, los patronos ya se preocupan de conservar a los mejores, aquellos que pueden llevar un mensaje a García.
Conozco a un hombre de unas dotes personales realmente brillantes que, sin tener capacidad para llevar un negocio propio, tampoco sirve para trabajar para otro, porque arrastra consigo constantemente la necia sospecha de que su patrono le está oprimiendo o trata de hacerlo. No sabe dar órdenes, pero tampoco recibirlas. En caso de que se le confiara un mensaje para que lo entregara a García, su respuesta más probable sería: «¡Llévalo tú!»
Este hombre está ahora pateando las calles en busca de trabajo, mientras el viento atraviesa su raído gabán. Nadie que le conozca se atreverá a darle un empleo, porque siempre ha sido causa de discordias. No admite razonamientos, y lo único que puede impresionarle es la puntera de una bota del cuarenta y tres que tenga bien gorda la suela.
Naturalmente, sé que una persona tan deforme moralmente no es menos digna de lástima que un disminuido físico; pero, en nuestra compasión, virtamos también una lágrima por los hombres que se están esforzando por llevar a cabo una gran empresa, cuyas horas de trabajo no están limitadas por un silbato y cuyos cabellos se ponen canos muy deprisa en su lucha para mantenerse a flote frenando la necia pasividad, la imbecilidad irredenta y la cobarde ingratitud de quienes, a no ser por su empresa, estarían hambrientos y sin hogar.
¿Que he cargado las tintas? Posiblemente, pero cuando todo el mundo se ha vuelto apático, quiero manifestar mi compasión por el hombre que triunfa, el hombre que frente a muchos obstáculos ha dirigido el esfuerzo de otros y que, habiendo alcanzado el triunfo, no encuentra nada en él: nada salvo fatigas y privaciones. Yo he ido con mi tartera a trabajar para ganarme día a día el sustento, y también he sido patrono, y sé que hay mucho que decir de ambas partes. No hay nada de bueno en ser pobre; los harapos no son una bendición. y todos los patronos no tienen de rapaces y de déspotas más que lo que todos los pobres tienen de virtuosos.
Admiro al hombre que hace su trabajo igual de bien cuando no está el «jefe» que cuando lo tiene al lado. Y el hombre que, cuando le confía una carta para García, se hace cargo de la misiva sin decir nada ni preguntar idioteces -sin pensar tampoco en tirarla a la primera alcantarilla que encuentre- y con la firme intención de entregarla, ese hombre nunca se verá en la calle ni tendrá que ir a la huelga para conseguir un mejor salario. La civilización es una larga y ahelante1ante búsqueda de personas como él.
Cualquier cosa que solicite un hombre de esa condición le será concedida. Cualquier capital, ciudad o pueblo, cualquier comercio, oficina, taller o fábrica quieren tenerlo. El mundo está a falta de él; lo necesitan, y lo necesitan pronto; necesitan un hombre que pueda “llevar un mensaje a García».
la dirección del blog es http://cartasdeunempresarioasuhijo.blogspot.com/2008/03/16-el-valor-de-la-lectura.html
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