Me imaginaba famosa, viajando por el mundo. O superhéroe, daba igual. No, cantante o actriz no se me ocurrió. Princesa sí, claro, soy mujer después de todo. Me fantaseaba excéntrica, algo loca, especial, y era tímida y silenciosa como una roca. Así se me ocurrió este blog para, bueno, para todo, onda terapia. Me divierto, me reequilibro, y sigo. Ah, me olvidaba! Este es un blog autoreferente.


ESCRITOS ESCRITOS HACE SIGLOS, CUANDO LA DESESPERANZA CONSERVABA ESPERANZAS.



Sábado, 2 de marzo de 2001
Soy un alma solitaria que encontró el amor. Aún siendo profundamente romántica, nunca pensé que la vida pudiera vivirse realmente “de a dos”. Sin embargo desde que lo conocí deseo que eso sea cierto. Por momentos me convencí de que lo era, ya que la unión –creía yo- era plena, así como el amor que sentíamos.
Ahora me encuentro con que esa unión no era total y que quizá nunca podrá ser perfecta porque yo deseo cosas más allá de él.
Y ese no es su concepto de amor perfecto, en el que tantas veces creíamos que estábamos y que otras tantas creíamos factible entre nosotros, cuando yo completara mi evolución.
El amor perfecto es amor total. El amor total involucra:1. la totalidad de las dos personas y 2. nada más que a esas dos personas. Y allí –en ese punto 2.- es donde yo no encajo.
Mi concepto de amor, si bien nunca había elaborado uno de amor perfecto –que creía imposible- era la plena unión de las almas, con la mezcla de los cuerpos. Dos almas que se miran y se reconocen la una a la otra, y desean permanecer profundamente unidas de allí en más, aún después de la muerte si ello fuera posible. Y que lo mismo le pasara a los cuerpos –ese único medio verdadero de expresión -. Se ven, se reconocen y también desean la unión para siempre.
Yo encontré ese alma, habitante de ese cuerpo, a quien deseo unirme para toda la vida y toda la eternidad.
Pero hay en mí pulsiones que exceden a ese cuerpo, aunque no a ese alma. Y allí está nuestra ruptura.
Mi amor hacia él, empero, creció con el reconocimiento de la verdadera dimensión de mi persona.
El lo sabe, y a la vez ambos sabemos que esto no tiene nada que ver con su sueño de perfección, que fue por tanto tiempo nuestro sueño. Pero ¿era también mi sueño porque quien lo soñaba no era la totalidad de mi persona?. Hoy, pese a las certezas encontradas, me resisto a abandonarlo. Me encuentro sentada –y no parada, porque estoy inmovilizada y profundamente cansada- al umbral de algo que no sé como definir.
Pero algo es cierto. Si esto coincidiera con el deseo profundo del hombre que amo sería feliz, y comenzaríamos a caminar la vida. A construir para dos. Dos que no sólo se aman plenamente sino que desean exactamente lo mismo en absoluta coincidencia de todos los planos.
Pero, y lo reitero –en mi necesidad de concientización -, eso no es así. Yo todavía deseo cosas ajenas a él. Y él, ese ser tan profundamente amado ¿qué hace?. Me las ofrece, junto con su amor. Sólo que sus ojos ya no brillan porque perdió la ilusión. Y si mi amado no brilla a mí se me apagan las luces de ese universo que me ofrece.
El mundo sería perfecto si los dos estuviéramos parados en el mismo lugar, si brilláramos a la misma intensidad estando parados en el mismo lugar.
Pero no es así.
El me ofrece, matando del todo sus ilusiones heridas de muerte, pararse en el lugar en que yo estoy para lograr mi brillo.
Y yo debería aceptar ese obsequio haciendo pleno ejercicio de mi egoísmo y mi megalomanía.
Pero a qué rincón debo patear mi alma, que se parte por el sufrimiento del ser amado?.
He ahí mi inmovilidad. He ahí mi falta de luz actual.
Es cierto que peor sería su vida y su muerte sin haber visto esta realidad. Mucho peor. Por suerte la vimos. Sólo ahora podremos vivir realmente, pero: Queda vida por delante? Qué vida es esa en que uno debe limitarse a ciertos planos de su persona para no sufrir y otra limitarse a otros planos para que ese sufrimiento no la afecte?
Pero así y todo quiero vivir mi vida a su lado. No murió en mí la esperanza del amor total, del amor perfecto. Todavía creo que llegará un tiempo, que siento cercano, en que volaremos juntos sin desear yo mirar a los costados, por haber completado mi evolución. Que construiremos un nido y tendremos allí nuestras crías. Que miraremos atrás y recordaremos cada una de mis etapas hasta llegar al ave salvaje que soy. Al ave que es dueña entera de su vida y puede ya entregarla a quien desde un principio reconoció como su dueño. Ese es el amor verdadero y hacia allí volaré, incansablemente. Y si al final del camino eso ya no existe, porque ya no me acepta, me estampillaré contra esa realidad y moriré. No es ceguera ni obstinación, no es enfermedad sino cordura absoluta. Es la realidad más profunda de mi ser, que ya tiene hoy todos los elementos para concretar su desarrollo.
Por momentos creo que debería empezar a correr, a ejercitar aunque hoy me sienta tan cansada y opaca por la falta de coincidencia.
Desearía haber completado ya esa evolución, y estar volando con mi amado en la paz de los deseos compartidos y logrados, y en el brillo de las metas en común por lograr.
Cuán fuertemente creo que esa es una imagen de la realidad próxima!
Será porque, manteniéndose indemne mi amor hacia él, crecieron mis alas?
Miro hacia otros lados, es cierto, como un pichón que va a empezar a cazar después de haber escuchado tantas historias de caza. Pero que a la vez sabe o intuye cuál es la gloria absoluta que existe más allá de las novedades. Que sabe que el goce verdadero –ese en el que armonizan el cuerpo y el alma- está en la completitud y no en las etapas de desarrollo. Presiente de antemano las diferencias de sabor que tienen uno y otro y quiere llegar pronto al final, que cree, con toda su fuerza, con todo su corazón de pichón grande, que existe, es real, y está cercano.
Así me siento yo, pero no junto aún fuerzas para comenzar a volar, cuando veo a mi amado sufriendo por la convicción de la muerte. Quisiera gritarle que está equivocado, que no pierda las esperanzas. Pero cómo decirlo cuando tantas veces fue él el único que tenía la razón.
Igualmente le grito ESTÁS EQUIVOCADO. Entiendo que esto duele pero yo veo luz y no son alucinaciones inducidas por el deseo de que así sea. Ni por la necesidad de llamar amor perfecto a aquello que no lo es, para justificar nada. Nuestro sueño se va a hacer realidad. Te lo juro por la certeza de mi amor.



Domingo, 11 de marzo de 2001
Hablamos, hablamos mucho y seguimos sin movernos, sin certezas compartidas que nos movilicen.
Pensamos en sexo puro con otra mujer y luego en amor de a tres. Esta última posibilidad nos movilizó algo –más a mí que a él, que soy quien “rompió” la anterior “armonía”, incorporando a la mujer-, pero la evidente dificultad de concretarlo –aún en el caso de que fuera un sueño plenamente compartido por los dos-, y las frustraciones que su falta de concreción importaría, nos hizo seguir hablando.
Ahora, en estos monólogos que ya comienzo a apreciar, escribo lo que pensé segundos después de interrumpir mi comunicación con él.
Dejando de lado que mi sueño de plenitud de a dos con él sigue vivo, considerando la realidad de mi deseo por las mujeres y, dándole un nuevo giro a ese “amor de a tres” del que habláramos, digo: La perfección según yo, está en la unión total de nuestras almas y nuestros cuerpos intergrando ese “monstruo” que tantas veces fuimos, esa unidad de la que no deseo irme, ese ser él que me llevó a la gloria, y que en esa “monstruosidad” permanente integremos a una mujer. En la perfección según yo, ella debería amar y desear a ese monstruo, no a uno y a otro, sino a la unidad que conformamos. Y ser amada y deseada por ese él que somos nosotros dos.
En definitiva, mi sueño sigue siendo la mezcla inescindible de nuestras mentes nuestras almas y nuestros cuerpos, que se conocen se aman y se desean mutuamente. Y que dado el nuevo dato de la realidad –que desearía fuera totalmente compartido-, integran a una mujer no ya en un trío sino en un pseudo-trío, ya que dos de las partes visibles son en realidad una única persona.
El, de entre las tantas cosas que nos dijimos, había pensado en algo similar a la “santísima trinidad” de la religión católica, en que las tres partes son en realidad una sola. Yo lo acepté como posibilidad, pero hoy modifico el concepto.
El amor de a tres está muy bien, pero el de a dos es perfecto. Y yo lo amo a él. Sé que puedo amar a una mujer al mismo tiempo, pero también sé que jamás sentiré por nadie lo que siento por él, porque –y lo digo por primera vez- lo amo más que a mi misma, y a mí me amo grandemente. El amor de a tres en que los tres sienten lo mismo el uno por el otro es un imposible por mi parte.
Pero reconozco que mi amor -al menos históricamente- fue siempre menor que el suyo, y por ello –sabiendo de la frustración de su sueño de amor perfecto-estoy dispuesta a que él ame a la otra mujer tanto o más que a mí. Si, pese a eso, sigue permaneciendo en la unión conmigo, y es plenamente feliz, yo lo seré. Y si se separa de mí por haber encontrado con quien vivir ese amor perfecto que no logró conmigo, lloraré eternamente lágrimas de amor desencontrado y al mismo tiempo –cuando mi narcisismo no me lo impida- seré feliz por él, porque mi amado finalmente logró la plenitud que con tanta fuerza deseé poder brindarle.
Pero en mi egoísmo –siempre presente- deseo ser yo la persona con quien logre su plenitud. Esa a la que dice que ya no podemos llegar.
Busco y busco desesperada una manera de alcanzarla. Tiene que existir, me digo continuamente, el paraíso debe existir porque yo lo sentí, yo lo viví y fue real.
Por eso propongo esta nueva versión para nuestro paraíso. Una mezcla entre nuestro sueño y la realidad de mi ser. Nosotros dos, en unión absoluta de cuerpo y alma –en amor pleno-, y una mujer unida a “nosotros” por amor.
Si lo hace brillar, brillaré con él.
Y si no brilla, seguiré buscando.

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