Busco y busco, me trepo y me destrepo... y nada. Así que hago señas a un señor con cara de bibliotecario, que ante mi llamado avanza solícito, lento, sí, pero solícito.
Con algo en la mano derecha que pienso que es una birome se acerca al estante correspondiente; busca y busca, se trepa y se destrepa... y nada. Sé que lo que busca en realidad es comprobar que yo soy tonta y no se buscar.
Pero no, es que el libro no está.
Lo miro con cara de pedante.
El, molesto -porque le gané?- insiste en su búsqueda.
Resopla, se arremanga, y listo para la batalla, qué hace?
Acomoda cuidadosamente entre los estantes de libros lo que hasta ahora seguía manteniendo en su
mano. Presta atención en que quede en una posición determinada y entonces yo también presto atención.
Recién ahí mi cerebro logra procesar que lo que el solícito y malhumorado bibliotecario tiene en la mano no es una birome sino:
Un cepillo de dientes, con la pasta de dientes prolijita y gordita cual spot publicitario y todo!!
Ante mi mirada, ahora levemente azorada, se dirige decididamente al estante identificado con las letras V/Z, no BEC, estira la mano derecha, ahora libre, y de una me entrega el libro que yo no pude encontrar.
Su lenguaje corporal, tan de moda últimamente, me grita burlón: "sos tonta", mientras su voz me dice: acá tiene
Ahora, yo me pregunto: Si pretendo ser una investigadora pero no puedo encontrar un libro en una biblioteca pública...
Lo que me falta es la viveza de buscarlo donde no se supone que está?
O hacerlo con el cepillo de dientes en la mano?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario. Tus opiniones cuentan!!