Me imaginaba famosa, viajando por el mundo. O superhéroe, daba igual. No, cantante o actriz no se me ocurrió. Princesa sí, claro, soy mujer después de todo. Me fantaseaba excéntrica, algo loca, especial, y era tímida y silenciosa como una roca. Así se me ocurrió este blog para, bueno, para todo, onda terapia. Me divierto, me reequilibro, y sigo. Ah, me olvidaba! Este es un blog autoreferente.

Me gusta, pero si es así


            La cara de dormidos de la mañana, los pelos dormidos, la voz, todo, pero sin el olor a dormido, o sea, en general, la pinta de oso polar saliendo de la hibernación, sin el olor a vaca muerta adentro de la boca. Se podrá inventar algo para sacarlo pero sin despertarte? Porque si nos levantamos a hacernos un buche se perdió la magia, ya te despertaste un poco, ya se despertó, y la pinta perdió un punto...mirá que probé de todo eh! Las pruebas las hago conmigo, claro, con la idea de después proponerlas “a compartir”, pero siempre algo falla. Por ejemplo, el vasito con diversos liquiditos sanadores adentro siempre termina en el piso antes de la madrugada, y lamer el piso no da…
El olor de la lluvia en la tierra, aunque sea en un macetín; el ruido de la lluvia sobre el techo, pero no cuando se llueve adentro, como mi techo, que ni siquiera tiene la decencia de hacerme el ruidito. Yo corro por la casa atajando goteras y mi perra corre detrás tirando los baldes, ella cree que es un juego nuevo que le inventé para sacarle el aburrimiento que tiene por no poder ir a la plaza: tira los baldes, sacude los trapos y redecora mi casa a pintas color materiafecálico (parece que escribir malas palabras es de mucho peor gusto que decirlas…).
Bailar, sola en casa, haciéndome la latina sexy frente al espejo; y bailar lento, bien lento,
acompañada, en casa o fuera; lento, de a dos, frente al espejo? mmmm, no lo había pensado, pero puede ser un ingrediente interesante.
       Correr, pero no atlética y decentemente, sino correr como loca histérica; ahora ya no me sale tan bonito, porque estoy renga, o más bien, lo que hago no sé si se llama correr, pero antes… corría hasta que se me gastaban las ganas y recargaba las pilas, creo que eran las hormonas en desarrollo, y la adolescencia. Me acuerdo cuando vino el Papa a Buenos Aires, el oootro papa, que cerraron la 9 de julio y yo corría por ahí, alucinada por estar corriendo donde no debía, y a partir de ahí lo implementé. Corría por la calle cuando venía al centro a la casa de mi amiga (no en el colegio, en la clase de atletismo, ahí no tenía gracia) y corría como loca, la gente me gritaba cosas y yo, que siempre me sentí linda, pensaba que me decían cosas lindas y me gustaba, pero ahora creo que simplemente me decían “loca de m…”.
Hacer cosas que no debo, o donde no debo, o cuando no debo, o sea la rebeldía por la rebeldía misma; pero no grandes cosas eh!, lo mío es más bien rebeldía de salón, tipo dormirme una siestita de 10 minutos en el baño del laburo, o hacer rodilla con rodilla con el pibe sentado al lado mío en el colectivo, hombrito con hombrito también sale, con mi mejor cara de “ni me enteré”, mmmm, recuerdo un vuelo en avión memorable, dos horas haciéndome la dormida…. o caminar por la calle las tardes de sol dando la vuelta larga para ir a comprarme un café al bar de la esquina, porque si tengo la tarde libre no es lo mismo, lo lindo, en definitiva, es robar… apropiarte de esos minutos, esos toques (je), esos momentos que no estaban ahí para vos, pero te los quedaste. Y libros. Soy ladrona de libros. 
Reírme, como loca, sí sí, la locura me va; reírme hasta llorar a veces con hipido de angustia y todo. Pero sólo me sale bien con mi perra, ella me hace reír y no me juzga cuando termino cambiando la risa por llanto, sólo me mira y yo me río más, y lloro más; y al final termino con la cara cual globo y los ojos más globo aún, pero relajada casi post orgásmica.
Mi perra, de ella me gusta todo, sin condiciones, el ruido que hace con su colota contra el piso cuando me ve llegar, sus miradas, sus corridas de cachora potranquita; cuando la reto y me obedece en el acto; cuando se rebela y me desobedece, y hace esos ladriditos de “no entiendo para qué me pedís que haga esto”, y yo que no puedo evitar tentarme, y se me va toda la pedagogía canina a los tachos, porque ella sabe que me gana.  Es tan ágil y torpe a la vez!  Me meo de risa, literalmente a veces, cuando en vez de saltar a la cama, que nunca es más alta que ella, sea la cama que sea,  repta cual hipopótamo tratando de subirse a un árbol, y pone su cara de “ayúdame que soy lisiada”. Tendría que aprender de ella esa carita, y practicarla por si alguna vez termino siendo verdaderamente lisiada, porque para esa altura ya no voy a ser más una cachorrita linda, y voy a necesitar de todas mis gracias juntas para lograr que me ayuden de buena onda. La plata, o la jubilación, ayudarían....
Hablando de otra, me gustan las otras como yo, me matan muerta… acá no me explayo, que me sale un cuento erótico.
Volviendo, volviendooo, me gusta repetir, todo, lo que sea, si me gustó, claro, si no no, no soy masoquista…, mmm, bueno en principio no soy masoquista; y volver a ver las pelis, y releer cien veces las partes de los libros que me gustaron…, amo releer, a veces con sólo tocar los lomos, o abrir apenas las páginas ya recuerdo y ni necesito leerlos de vuelta. Se dice ojear u hojear?, nunca supe cuál es el verbo ahí, el acto es darle una ojeada o pasar las hojas? … si tengo que escribirlo siempre termino diciendo otra cosa, como hice recién, como para no quedar tan burra de haber cometido semejante error ortográfico de poner una h donde no iba o peor aún, comérmela.
Innovar, sí, innovar también. Me da miedito, me tiembla hasta el esternón, pero me atrae, como a los chiquitos cuando les divierte que los asusten, mientras más raro me parece más me atrae.
Ay ay, estoy cayendo profundo, en terrenos que debo evitar, al menos hoy, al menos por ahora, al menos acá.
Caer, volar, cuando hay una red escondida por ahí abajo, lista para recibirme si pierdo el control; o sea, la libertad con cinturón de seguridad, pero que no apriete. Odio el cinturón de seguridad, te impide tantas cosas; pero si no las impidiera ya estaría muerta y habría asesinado a unos cuantos compañeritos de viaje sólo por hacerme la loquita liberal. Igual, tengo un cinturón de castidad en la cabeza, pobre yo.
El viento frío en la cara, hasta quedar cuasi congelada, y después volver a casita; de vuelta la red, la seguridad; entrar y salir. Salir sabiendo que podés volver a entrar, jugar a ser libre.
Los atardeceres, preferentemente sin mosquitos. Me gustarían los amaneceres si los trajeran un poco más tarde, y sobre todo si no me los trajeran justo justo cuando quiero irme a dormir.
        Los abrazos por la espalda, esos que te hacen sentir deseada y protegida a la vez; con besos y caricias ya es sublime. Fuertes, sí, pero suficientemente sueltitos como para que sienta que puedo rajarme cuando quiera, que si no me siento atrapada y ya no me gustan nada.
La cama revuelta, la ropa en el piso, con o sin noche loca de por medio. Es que no me gusta hacer orden, me gusta ver mis rastros en mi lugar, sin mugre eh! Simple desorden, como yo. Y que no me pongan cara de "qué desastre". Odio cuando mi desorden viene seguido de cara de reproche, aún sin palabras. Y lo peor es que normalmente despierta mi espíritu de rebeldía y si iba a hacer orden ya no, porque no, porque no
El café con leche de la mañana, pero sólo si es con azúcar, por diosss, sin edulcorante para mí, al menos a la mañana, y café de filtro; no instantáneo pero tampoco expreso; mi café de filtro, bien fuerte y con mucha leche, tomado lento, dormida mientras camino por la casa creyéndome despierta y dejándolo en todos lados, en el baño, adentro del placard, donde sea, hasta que se congela, y lo recaliento cien veces; pero sólo si lo recaliento yo, no me des un café recalentado porque lo escupo.
Los amigos que son sólo eso, amigos; esa sensación de que podés ser vos y, aunque te juzguen (siempre te juzgan, siempre juzgamos, somos humanos), igual te van a querer. Reír, comer hasta explotar, hablar de todo y de nada.
Los amigos que son un poco más, y te hacen sentir esa tensión que a veces se afloja hasta desaparecer y a veces se tensa tanto que parece que se va a cortar, por lo sano o lo no tan sano.
            Jugar, jugar a todo, menos a las cartas, o al tennis, o en el casino, o al metegol; bueno ok, no me gusta jugar, salvo en la vida, y a veces, o en la cama, y a veces, cuando me siento segura.
El olor de los jazmines, y de las flores del tilo, y de esos otros árboles que no sé cuáles son, durazneros, creo, o sea, olor a flores de azar me parece que se llaman, puedo olerlas hasta descerebrarme.
El olor de algunas pieles, humanas digo; y su sabor. El peso de algunos cuerpos, humanos.
Los recuerdos de algunos besos, que van mejorando con el tiempo y se convierten en insuperables, como los peces de los pescadores.
El brillo de la inteligencia, que me supere, pero no tanto como para sentirme una completa idiota; y a veces me gusta superar un poco yo, como para recargar autoestima, y de vuelta, tampoco superar tanto, que así la autoestima no se me carga nada y termino preguntándome con quién me metí. El brillo de mi propia inteligencia, cuando de repente me topo con él (mi brillo, digo), es la mejor sorpresa que puedo recibir.
El olor de los libros, si son viejos mejor, y si son robados mejor aún. Y leerlos, claro, y quedármelos en mi biblioteca el mayor tiempo posible. Odio tener que sacar de mi biblioteca un libro que leí.
Las sorpresas románticas, pero chiquititas, nada de viajes ni cosas para las que no estaba preparada, a quién se le ocurre no avisarle eso a una mujer?, nos tenemos que depilar, comprar ropa, o al menos seleccionar de la que tenemos, hacernos las manos (bah, yo no hago esas cosas pero igual!), arreglarnos el pelo No no, sorpresas aceptables son unas lindas flores una noche porque sí, o una salidita, o una entradita no esperada. El resto de las sorpresas, por favor, con preaviso, dejáme adivinarlas, que yo me hago la sorprendida para vos, pero no me sorprendas.
Dominar, tener poder, tener el control de todo lo que me rodea, y lograr el éxito en lo que estuvo bajo mi control claro; si todo termina explotando por los aires es un gran fracaso, pero el saborcito de ser todopoderosa es delicioso, sea en el trabajo o en la cama; produce un nivel de vibración que te va acelerando e intoxicando de a poco;  y que como toda toxina, atrae... hasta que te hace mal atrae. 
La sumisión también me va, pero sólo jugando, y sólo juego si tengo mucha confianza, y sólo por un rato, y sólo si tenés claro que es un juego nada más, que nunca me van a dominar, por más que quieran y por más que yo quiera, y…; es que soy desconfiada por naturaleza, por eso prefiero el control, pero por eso me gusta tanto la idea de perderlo, perderlo todo y saber que no hay riesgos, no pensar, sólo ser, cual animal domesticado.
Los cachorritos, de casi cualquier mamífero, me matan de ternura; quisiera apretujarlos y sacarles la esencia, asesina serial de cachorritos. Cuando me pasó eso con mis hermanitas bebés me asusté, juro que pensé que me había convertido en asesina de puro amor, pero no, por suerte no las maté y ahí están, lo más contentas, ingenuamente dándome a sus cachorritos humanos para que los cuide. Nunca sabrán el riesgo que corren esos niños conmigo; pero quizá yo no sea un caso único, seguro que todos queremos estrujar a los cachorritos, humanos o no, hasta convertirnos en ellos, y simplemente nos controlamos, para algo somos humanos después de todo, para saber medir nuestras emociones, y no andar por ahí comiéndonos literalmente a besos a todo lo que nos atrae.
Comer pétalos de flores, salvo algunas que son inesperadamente amargas; y el tallo de esas florcitas amarillas que salen en el pasto en primavera y verano, que no sé cómo se llaman; y ensalada de rúcula con pollo y aceite de oliva, con un poquitín de parmesano, pero poco, porque si no mata los otros sabores.
 Las mandarinas amargas.
Los limones, con cáscara y todo. Esos me gustan sólo en presente, no como las mandarinas, que también me gustan en tiempo pasado, porque me recuerdan las que comía directo del árbol cuando era chica.
El placer que siento al despertame a la mañana y percibir que estoy viva.
Hacer fiaca en la cama hasta tarde, o levantarme muy temprano, antes de que el sol piense siquiera en abrir los ojos, antes que todos.
Mirar el fuego, y escuchar el ruido de la madera cuando se va quemando, puedo pasarme horas mirando esa parte donde se ponen totalmente coloradas las brasas; lo malo es cuando salta alguna chispa y se empieza a quemar el cuerito que siempre está delante de la chimenea, porque el olor a lana quemada es muy feo, sólo superado por el olor a lana mojada, peor si va pegada a un ovino vivo.
El cielo estrellado en una noche fría, no sé por qué no es igual que en una noche de verano; será que si es verano parece demasiado de película, en cambio bien abrigada en una noche fía, el cielo es todo para vos, y sobre todo, no hay mosquitos.
La idea de tomar un chocolate con churros abrazaditos frente al fuego, aunque me lo propones y me da un ataque de hipoglucemia, pero suena taan lindo…; Me acuerdo cuando era chica y a mi papá le encantaba la sopa de arroz; yo la odiaba, pero veía su cara de placer y trataba de repetirla al llevarme la cuchara a la boca, pero nunca me salía y el acting se acababa en cuanto llegaba el olor mis orificios nasales y me daban arcadas, que yo trataba de controlar intentando copiar la cara y no, no había caso; bueno, ahora me pasa lo mismo con muchas situaciones, que las veo y digo, qué lindo, pero si trato de aplicarlas me dan cosita y de vuelta no, no funcionan, como el chocolate con churros.
Un vino frente al fuego sí, y sin fuego también, tinto por favor, que el vino blanco no es vino.
          Los besos lentos; y los besos que convierten en príncipes a los sapos, esos que ni habías mirado dos veces y de repente te sorprenden, esas sorpresas sí me gustan.
    El príncipe azul; para mí en color piel, gracias.
     Hacerme la enferma y quedarme en la cama para que me cuiden.
      Desayunar en la cama, con buena compañía o sola; aunque el buen humor de mi café con leche sumado al desayuno en la cama puede convertir en buena casi cualquier compañía.
      Los chistes, ahora que los entiendo; porque de chiquita me ponían de mal humor, miraba a la gente con mi cara de niña inteligente y superada y decía, qué tontos son, reírse de esas pavadas.
       Mirarme al espejo y hacer caras, de sexy, de loca; las dos me salen bien, demasiado.
Pintar, vomitar arte por los poros. La RAE dice que vomitar es arrojar de sí violentamente lo que se tiene dentro. Eso es lo que me gusta de pintar, salvo que a veces me mantiene despierta toda la noche y a la mañana siguiente estoy exhausta y no hay cristo, ni humano, que me haga coordinar, ni movimientos ni palabras.
Mirar lo que pinto. Todo lo que pinto, sin distinción, es fantástico, perfecto, único, irrepetible y no se discute. También lo que escribo es genial, todo, sin lugar a cuestionamiento alguno. Así es el amor, mi perra, mi pintura, mi escritura, no se cuestionan. Y el día que me de por tocar el trombón, también me creeré genial.
Y escribir, obvio, me gusta escribir, sin peros, aunque sí con algunos pelos en la lengua, al menos por ahora.







3 comentarios:

Deja tu comentario. Tus opiniones cuentan!!