Me imaginaba famosa, viajando por el mundo. O superhéroe, daba igual. No, cantante o actriz no se me ocurrió. Princesa sí, claro, soy mujer después de todo. Me fantaseaba excéntrica, algo loca, especial, y era tímida y silenciosa como una roca. Así se me ocurrió este blog para, bueno, para todo, onda terapia. Me divierto, me reequilibro, y sigo. Ah, me olvidaba! Este es un blog autoreferente.

Un mar de almas

Quizá realmente cada uno de nosotros sea, como sostiene Pereyra, un conglomerado de almas, pero lo que es indudable es que conformamos un conglomerado de almas.
 El planeta –cuanto menos el planeta- reboza de almas, en creación y descomposición permanente. Algunas avanzan lumínicas, otras exponen falsos carteles que dicen que saben a dónde van. La mayoría avanzan ciegas, se mueve sólo por prueba y error, sin saber a dónde van, y sin ni buscar saberlo, sin plan.
 Las hay luciérnagas, que brillan dependiendo de las circunstancias exteriores, las hay pequeñas, las hay apagadas, las hay negras de tanto dolor reconvertido en odio, las hay de todas las formas y tamaños, ignorantes o ignoradas.
 Somos diamantes y carbones, soles y estrellas, lobos y corderos, todos girando.
 Y seguimos ciegos en este mar, chocando y rebotando entre nosotros, esperando en alguno de esos
contactos azarosos encontrar un sentido a todo este girar y girar. Esperando al alma de nuestros sueños, a la que conocemos y esperamos desde siempre para intentar girar juntas.
 Así, cada tanto, en este permanente vaivén de rebotes sin sentido, dos almas se acarician, se miran y se reconocen, se saben… Generan un maravilloso instante. Que ilumina con luz propia y queda suspendido allí, con los instantes de las almas que se aman.
Hay instantes que duran vidas.
Hay instantes que duran sólo eso, instantes.
Y entonces esas almas vuelven a nadar solas en el mar de almas, buscando, siendo, viviendo, sabiendo que tuvieron su instante, y añorando más y más de esos momentos… Una vida de momentos…
Deseando que el próximo encuentro no sea un choque, sino una caricia;
Deseando que el próximo encuentro no genere una separación -un rebote-, sino un nuevo instante maravilloso
Deseando que ese nuevo instante se prolongue de por vida.
Pero sabiendo a la vez que sólo si acepta el dolor del choque tendrá la energía que da el rebote, que la impulsará a seguir girando y chocando y rebotando… Quizá por toda la eternidad, quizá hasta el próximo instante.

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